La pandemia afectó de lleno al grueso de casi todas las materias primas por el bloqueo económico. Principalmente, con un descenso de la demanda y, como consecuencia, una bajada de los precios. La peor parte se la llevaron el zumo de naranja, el oro, la harina de trigo y la plata. Ambos metales preciosos se dejaron un 6,5% y un 2,6% respectivamente. Ahora, la apresurada reactivación económica apoyada por la campaña de vacunación está haciendo que los precios de las materias primas se hayan visto impulsados exponencialmente.
Y entre ellas, hay una que ha despegado como nunca antes lo había hecho: la madera. Un material increíblemente importante para la construcción y la logística de los países.
El precio. El mercado de futuros de la madera cerraba hace unos días a 1077,49 euros los 304,8 metros de tabla. Esta cifra supone un máximo histórico sin referente previo en las gráficas, tal y como explica este artículo de El Economista. En comparación con el mismo mes del año pasado —216,21 euros—, ha aumentado casi un 400%. Y esa escasez implícita ya es patente en toda la cadena de suministro de la madera. Los aserraderos han tenido problemas para aumentar su capacidad de producción lo suficientemente rápido como para satisfacer el aumento de la demanda con la reactivación de la economía.
Mientras tanto, los retrasos en el transporte y la escasez de trabajadores en los propios aserraderos han aumentado los costes, que ahora se trasladan a los consumidores. Para que os hagáis una idea: los futuros de la madera se han disparado más de un 60% en lo que va de año y los analistas creen que la tendencia seguirá hasta finales de 2021.
¿Por qué es tan cara? Los motivos de esta escasez son principalmente el creciente mercado de la vivienda y el mercado de la construcción en muchas partes del mundo, especialmente en Estados Unidos, que se apoya en la exportación por parte de Escandinavia. Al igual que China, que ha vuelto a incrementar sus compras en los países nórdicos. Basta decir que los niveles de existencias de los aserraderos escandinavos son los más bajos en los últimos 20 años. Y han sido varios los factores que han creado la tormenta perfecta.